¿Qué podemos sacar de la pandemia? (Primera parte)

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Este artículo fue coescrito con Ana Martínez, enfermera del Hospital Clínic. Se publicó el 22 de abril del 2020 en El Diari de la Sanitat.

¿Qué podemos sacar de la pandemia? (Primera parte)

Mercantilización y hospitalocentrismo vs nuevos modelos institucionales

Comentaba hace unos días un buen colega, que la pandemia por la COViD 19 nos pone ante una única crisis, la enésima crisis del capitalismo. Una crisis que se presenta al ámbito de salud, pero que es en la misma medida económica, política, social y ecológica. Que pone sobre la mesa de manera drástica las desigualdades sociales, la carencia de equidad y su impacto en salud. La superaremos, pero nada volverá a ser igual. El destino depende de nosotros.

Origen del colapso: hay que reflexionar cómo hemos llegado donde estamos ahora. Qué ha condicionado el brutal colapso del sistema sanitario que estamos sufriendo? En las noticias, parece que la responsable sea la pandemia, pero este problema no ha sucedido en todos los países de Europa, y los medios ya procuran que no estemos informadas de sus datos. Hace muchos años que los movimientos sociales denuncian incansablemente la situación de un sistema profundamente malogrado. Un problema evidentemente silenciado. La privatización y mercantilización del sistema no han parado des de 1986 en que se promulgó la Ley General de Sanidad. En todos estos años varias leyes, decretos y normativas en todo el territorio: la reforma de la Ley de Ordenación de la Sanidad en Cataluña, del 1995 o, a nivel estatal, la Ley sobre habilitación de nuevas formas de gestión del Sistema Nacional de Salud, la 15/1997, han permitido la introducción de las corporaciones privadas y de los mecanismos de mercado a la estructura sanitaria pública.

Viramos hacia un sistema sanitario privado. Y es que un caramelo como el de la sanidad, no podía quedar exento de las zarpas de los intereses privados. La salud es, a ojos de neoliberalismo, un negocio más:

  • Construcción de hospitales de forma mixta con sobrecostes importantes como es el caso del Hospital Moisés Broggi.
  • Centros privados que ofrecen servicios públicos -a costes muy elevados- a través de la concertación y la contratación.
  • Hospitales públicos con clínicas privadas adentro cómo es el Barnaclinic, que ofrece sus servicios, utilizando las estructuras y recursos públicos.
  • Centros de primaria invisibilizados y desmantelados, dependientes de grandes hospitales o directamente gestionados por empresas privadas con profesionales en la más absoluta precariedad.

En el territorio catalán, con plenas competencias transferidas en el ámbito sanitario, su sistema mixto público-privado lo sitúa al frente de la mercantilización. El conjunto de entidades mixtas del sistema se lleva más del 50% del presupuesto del Departamento de Salud, que es intencionadamente opaco.

Las medidas austericidas a partir del 2008 fueron una excusa más para recortar el sistema sanitario. Como resultado, el gasto público en sanidad por habitante es la misma desde hace de 10 años. Según los datos del Ministerio de Sanidad, España invierte 1.594 € anuales por habitante, Luxemburgo 4.271 € e Italia 1.864 €. El número de personas en espera por una intervención Cataluña es lo más alto de todo el estado (23 personas por cada 1000 habitantes), Los servicios de urgencias se colapsan año tras año.

Y todo ello bajo el paraguas del mantra “tenemos el mejor sistema sanitario del mundo”, “es la joya y el orgullo del estado”.

En definitiva, el coronavirus SARS COV-2 se ha encontrado, una sanidad profundamente masacrada, menguada y desmantelada tanto de material, como de equipación y personal desde hace años. Privatizada. Mercantilizada. Precaritzada. Malograda en esencia. El colapso que estamos sufriendo no es, en ningún caso, una casualidad. Tiene responsables políticos directos.

Con todo, se hace accesible que el neoliberalismo aproveche esta situación para reforzar las ideas privatizadoras y mercantilitzadores de la salud y la sanidad, con la excusa de un sistema sanitario público que no ha dado la respuesta adecuada a esta pandemia. Es importante ver y señalar como las corporaciones privadas han evitado atender personas en esta crisis, como hacen negocio con las pruebas de coronavirus que a la sanidad pública no se disponen.

Queremos ser críticas con la actual gestión de la pandemia. A partir de un sistema privatizado y hospitalocèntrico, esta pandemia se ha gestionado desde una perspectiva evidentemente hospitalocentrista, a excepción de La Rioja que ha apostado por la primaria. No negaremos ahora la necesidad de disponer de camas hospitalarias y espacios suficientes a las Unidades de Cuidados intensivos para atender en toda la población, pero sí que queremos poner sobre la mesa la gran invisibilizada atención primaria y comunitaria. A pesar de que el foco mediático está completamente puesto en los hospitales, la atención primaria está actualmente atendiendo la gran mayoría de personas con COVID. Incluso se ha movido personal sanitario del CAP a los hospitales, y es del todo ilógico. El CAP es el recurso sanitario más próximo a la comunidad, es el recurso que está evitando hospitalizaciones y exposiciones innecesarias, haciendo acompañamientos y seguimientos de los casos leves y moderados en sus domicilios, y también de aquellas personas a las cuales se está dando de alta en los hospitales.

Indudablemente hemos observado que durante el confinamiento, han surgido desde la misma ciudadanía, nuevos modelos de cuidados y bienestar: las redes vecinales. Mantener la salud se ha convertido en el objetivo, para evitar caer enfermos porque no había bastante recursos por todo el mundo. Por lo tanto nuestra propuesta, el nuevo modelo de salud que volamos y necesitamos es aquel que nos mantiene sanos, y no que nos cura la dolencia. Este es el objetivo de los Centros de Atención Primaria y Comunitaria. La vocación verdadera del personal sanitario dedicado a las familias. Pero la salud no es un negocio, la dolencia sí que lo es.

Y por eso se han dedicado a ningunear este servicio menguando sus recursos tecnológicos, económicos y de personal. Muchas de las dolencias que sufrimos están relacionadas con nuestra vida, con las dificultades personales y las herramientas personales que tenemos o no tenemos. Estrés, depresión, ansiedad, consumo de drogas, migrañas, todas las consecuencias del sedentarismo, la mala alimentación o incluso un constipado, son dolencias que se pueden prever con un buen acompañamiento de la persona. Pagarle el recibo de la luz a una persona puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.

Defendemos que es posible corregir los errores en la gestión de la pandemia, promoviendo igualdad y equidad poniendo los cuidados en el centro. Hay que repensar los equipos de atención primaria, para concebirlos como equipos multidisciplinarios: desde el punto de vista sanitario y también social, que ponen el foco en la prevención y en la salud. Hay que salir del modelo biomédico hospitalocentrista, donde lo más importante son las camas hospitalarias y la inversión tecnológica y farmacéutica y virar hacia un modelo de salud 100% público (en la gestión y la provisión) que tenga en cuenta los determinantes sociales de la salud y donde el objetivo primordial sea mantenernos sanas.

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