Artículo publicado en Catalunya Plural, escrito por Teresa Cataldo y Anna Martínez
¿Qué podemos sacar de la pandemia?
8 de mayo, 2000.
No queremos volver donde estábamos antes de la pandemia, con una sociedad débil e injusta. Tampoco queremos caridad, ayudas ni subvenciones, sino derechos y reparto de la riqueza. Queremos la sociedad que nos merecemos, una sociedad que esté preparada para eliminar las desigualdades sociales y económicas. Queremos un nuevo modelo social que promueva la igualdad y la equidad de las personas, el feminismo, la sostenibilidad, la ecología, la justicia social, la cooperación, la capacidad crítica, la participación política, las redes vecinales y poner el bienestar y los cuidados en el centro.
«El poder ha sustituido la justicia por la caridad».
Ken Loach
Las medidas tomadas a raíz de la pandemia, han dejado desnudas las realidades sociales, las desigualdades y las consecuencias de la mercantilización de la salud y sanidad. Se impone el confinamiento, se controla el acceso a los aeropuertos, estaciones de metro y cajeros y nos damos cuenta que este era el espacio para dormir de centenares de personas sin hogar en las ciudades. No sabemos cómo acoger a uno de los colectivos más vulnerables. Enviamos las y los estudiantes a casa a hacer formación online y no todas tienen un ordenador ni acceso a internet, ni siquiera un espacio propio donde estudiar. Se propone hacer teletrabajo y la mayoría de la población tiene trabajos precarios o informales, sin un contrato que les permita cobrar las prestaciones. Miles de pequeñas empresas tienen que cerrar durante el mes de Marzo porque no pueden sostener la situación. Se pone en marcha el #YoMeQuedoEnCasa sin pensar que gran parte de la población vive en infraviviendas sin espacio ni luz natural. Se prohíbe que los niños y adolescentes salgan a la calle cuando en la mayoría de países del mundo siempre han podido salir mínimo 1h al día. Se encierra a mujeres maltratadas con sus agresores , y no se piensa en la violencia intrafamiliar y de género que sufren muchas familias. Se prohíbe a los familiares estar junto a los enfermos en la fase final de vida -y se prohíben también los entierros- dejando un vacío y un dolor terrible por el luto no cerrado.
En las residencias para gente mayor, ancianas y ancianos comparten habitación entre 3 o 4. Se dispone de muy poco personal; con contratos temporales, precarios y sueldos irrisorios. El resultado es que miles de ellas mueren en soledad y sin la atención necesaria. No estamos pensando en la repercusión emocional de este confinamiento. Tampoco en la relación entre las emociones y las enfermedades. Por primera vez en la historia, se ha aislado drásticamente a toda una población sana. Este confinamiento y las medidas de insuficiente apoyo social y económico, conllevarán a una larga lista de secuelas psicológicas, emocionales, sociales y económicas, sobre las que es urgente que hablemos y reflexionemos. Para conocer los números reales, tendremos que sumar las muertes por desigualdad y pobreza a las muertes por la enfermedad.
Mientras tanto, el gobierno español hace un maquillaje de ayudas económicas. Ayudas para autónomos que no llegan. Microcréditos para el alquiler que generarán más endeudamiento. Equipaciones improvisadas para las personas sin hogar en vez de viviendas. Decretos para trabajadoras que las obliga a acumular un montón de horas a devolver a la empresa. Todas estas ayudas serían innecesarias si tuviéramos plenos derechos. Derecho a tener una vida más conciliadora con jornadas laborales que posibiliten reparto de los puestos de trabajo y mecanismos efectivos que permitan compaginar la vida productiva que nos imponen con el cuidado de las personas. Derecho a la renta básica universal, como la de Alaska (desde el 1982) o la Renta de Garantía de Ingresos (RGI) de Euskadi. Disponer de todo el personal que ahora se dedica a gestionar burocracia -ayudas, prestaciones, subvenciones, becas-, para la atención directa a las personas. Contar con profesionales que ofrezcan herramientas para mejorar la convivencia, para acompañar hijas e hijos en sus estudios, para recibir una reorientación profesional, adquirir nuevos hábitos, cuidar en casa a una madre que se hace mayor, entender la nómina o conocer los derechos laborales. Es urgente acceder al derecho a la vivienda. Es muy necesario expropiar los bienes comunes: agua, gas, electricidad, internet, educación (también la superior) y por supuesto, la sanidad y la banca. Hay que mejorar las condiciones de trabajo de sectores desamparados y precarios, gran parte de ellos ocupados por mujeres que se dedican a las tareas domésticas y de cuidados, haciendo valer su trabajo con sueldos dignos, de acuerdo con el valor de la vida. Dotar la inspección del trabajo de personal suficiente para garantizar que las grandes corporaciones y personas con grandes ingresos (grandes empresarios, banqueros, futbolistas) paguen rigurosamente los impuestos correspondientes. Invertir en el control del fraude de las grandes corporaciones. Tenemos que exigir el retorno del dinero del rescate a la banca y por supuesto, que nunca más vuelva a suceder. Poner la economía social y solidaria por delante de las grandes corporaciones, el comercio de proximidad, la pequeña y mediana empresa frente la importación. En definitiva, no queremos volver donde estábamos antes de la pandemia, no queremos la sociedad débil e injusta que deja desamparada a gran parte de la sociedad con miles de muertes. Queremos un nuevo modelo social que promueva la igualdad y la equidad de las personas, el feminismo, la sostenibilidad, la ecología, la justicia social, la capacidad crítica, la participación política, la cooperación, las redes vecinales y poner el bienestar y los cuidados en el centro.
No queremos caridad, no queremos ayudas ni subvenciones, queremos derechos y reparto de la riqueza. Quizás ahora que los desamparados somos más, y más visibles, tenemos la fuerza y la claridad necesarias para reclamar la sociedad que nos merecemos, una sociedad que esté preparada para eliminar las desigualdades sociales y económicas que cualquier virus, crisis o burbuja, nos ponga por delante.